miércoles, 18 de agosto de 2010

Al señorito que regala sonrisas.

Eran las 7:05 a.m y yo estaba más despierta que nunca; este síndrome de faltar a mi costumbre por tantos días me trae mal. Y ahí estaba, sentada en la cama con la persiana alta... capaz con suerte te veía pasar y capaz con más suerte y sin que vos lo sepas me regalabas una sonrisota desde lejos que me alcance para todo el día. Y en este momento estás pasando, y pasaste serio y apurado, y por lo visto poco charlatán. Pero pasaste y te ví, y me sentí afuera, y alcanza para todo un día de té y anginas. Gracias por sonreírme a la mañana, señorito risueño.

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